La Ermita de la Soledad,
situada junto al cementerio parroquial, es el lugar donde se rinde culto a
nuestros Sagrados Titulares y constituye uno de los templos
más notables de la ciudad bailenense gracias sobre todo al magnífico camarín
barroco.
Etimológicamente recibe
esta denominación de “la Soledad” debido a que en el siglo XVI por transmisión
de órdenes religiosas como los terciarios franciscanos o los
carmelitas, era costumbre construir Ermitas y Conventos extramuros de
las ciudades. Y en estos lugares siempre se veneraba a una dolorosa bajo la
advocación de Soledad. De hecho en los inicios de esta antigua Cofradía las
imágenes que formaban parte de ella eran un Santo Sepulcro y
una Virgen llamada de la Soledad.
Al llegar al emplazamiento de esta Ermita lo primero que encontramos es el atrio, de trazado rectangular y en el que se conserva un Vía Crucis que se encontraba expuesto desde la Cruz de Baños hasta las puertas de la ermita de San Cristóbal (sita en el cerro del mismo nombre). Fueron trasladadas las Cruces del mismo, al atrio de la Soledad en el año 1.846 como muestra la inscripción de piedra que aún se conserva: “Este calbario fue trasladado a este punto y se reedificaron sus cruces de acuerdo con el párroco en Marzo del año 1846".
Una vez situados en el atrio se vislumbran los dos
espacios diferentes que constituyen el templo. Desde el exterior
apreciamos los muros cuyo aparejo se compone de sillares regulares, aunque
estos solo se aprecian en los tres contrafuertes y en el conjunto de la
portada, ya que el resto de la masa muraría aparece encalada. En cuanto a la portada,
que aparece flanqueada por dos de estos contrafuertes, se compone de arco de
medio punto rebajado que descansa en impostas sencillas y jambas despiezadas,
en las enjutas aparecen dos motivos decorativos circulares a forma de
medallones y se remata el conjunto con una sencilla cornisa. Por último y como
elemento exterior señalar la espadaña de un solo vano que se sitúa en el
comienzo de la nave.
En su interior se conectan dos estilos
divergentes: el Gótico de la nave y el Barroco del camarín-torre.
Y en este espacio interior del templo, observamos primeramente la nave, con cubierta
de madera a dos aguas, de planta rectangular y dividida en cuatro tramos
separados por tres grandes arcos diafragma apuntados de ladrillo visto
que apean en altos basamentos de sillería.
En el muro frontal a la entrada del templo se
encuentra la imagen del Cristo del Buen Morir, titular cristífero
de la Hermandad. Y al final de la nave asoma el camarín, que a través
del ventanal apuntado en alto que posee nos permite contemplar la bella
y barroca imagen de Ntra. Sra. de los Dolores, envuelta por el esplendor
del exorno a base de yeserías. Señalar que los Sagrados Titulares son
las únicas imágenes que existen en la Ermita, aunque si se pueden ver en ella
parte del patrimonio e insignias que conforma el cortejo procesional de
esta Hermandad como pueden ser los faroles, que se encuentran flanqueando al
Cristo, la Cruz de Guía que abre las estaciones de penitencia de esta
Corporación y que se encuentra en el muro del comienzo de la nave, el antiguo
estandarte que incluye una pintura de la Dolorosa o también el actual, diseñado
por Miguel Arjona Navarro, imaginero cordobés que creó la imagen del Cristo
del Buen Morir.
El cuerpo del camarín – torre, adosado a la única nave constituye la cabecera de la misma. Presenta también cubierta a dos aguas y se apareja con sillería además de paneles enfoscados encalados. En él un ventanal dispuesto de forma axial a la nave y otros laterales dan luz al espacio del camarín y a la sacristía que está situada debajo del mismo.
El cuerpo del camarín – torre, adosado a la única nave constituye la cabecera de la misma. Presenta también cubierta a dos aguas y se apareja con sillería además de paneles enfoscados encalados. En él un ventanal dispuesto de forma axial a la nave y otros laterales dan luz al espacio del camarín y a la sacristía que está situada debajo del mismo.
A los pies del camarín se encuentra el Altar
Mayor, a su izquierda queda la puerta de entrada a la Sacristía y a
la derecha la de las escaleras para subir al camarín, ambas decir que son
adinteladas utilizándose como material la piedra. Hablando ya del camarín en
sí mencionar que es de proporciones cuadradas, está cubierto con una bóveda
segmentada sobre pechinas que teóricamente apoyan en cuatro arcos
de medio punto (a modo de arcosolios, que se destacan poco). El
medio punto de los arcos queda marcado por una cornisa con tacos y ovas y
dardos que recorre los muros, esta cornisa se apoya a su vez en
pilastras lisas con capiteles corintios. En el centro de la
bóveda aparece un elemento decorativo circular con yeserías.
Los segmentos de la bóveda lucen con motivos
vegetales que simulan estípites, cubriéndose con placas mixtilíneas
y cabezas de niños. Otro dato a destacar dentro del profuso ornamento de
este espacio es la numerosa presencia del espejo, lo que aporta un
elemento óptico por el cual nos transmite el hecho de que el camarín parece
mayor en sus dimensiones de lo que realmente es. Y es que este elemento estaba
muy en boga en la construcción de los camarines de estilo barroco y sobre todo
dentro del propio Arte Barroco. La decoración, muy numerosa, hace que
este espacio sea un ejemplo de horror vacui.
Pasando a datos cronológicos podemos situar la nave a finales del siglo XIV y principios del XV y el camarín-torre en el siglo XVIII. Y citar también el hecho de que fue restaurada en 1.985.
Realizado por Pedro Guerrero
Hernández
A finales de 2013 la Junta de Gobierno
decidió realizar unas obras de reacondicionamiento del suelo y mobiliario de la
sacristía de la ermita debido al mal estado en que se encontraba por el paso de
los años. Dicha obra consistió en la reparación del suelo, sustituyéndolo por
uno más acorde con la estética de la Ermita. Además, se sustituyó el mobiliario
de la misma, incluyendo una vidriera expositora en la que se encuentra el
antiguo y primitivo gallardete de nuestra Cofradía.
Por último, y como colofón a estas
obras, se reubicó el segundo gallardete en antigüedad que se conserva así como
la maravillosa pintura del Cristo del Buen Morir, obra de nuestro hermano
J. M. Nieva en 2012. Ambos fueron ubicados encima de las puertas de acceso a la
sacristía y camarín, respectivamente.